El verdadero calor

No sé por qué he tardado tanto en escribir y publicar sobre esto. Llevaba un tiempo esperando, tenía muchas expectativas pues había visto en verano esta maravilla que me dejó pegada a la pantalla del móvil durante unos minutos. Las imágenes eran de una gran belleza, el blanco y negro lo hace todo más intenso, y la música es de las que encoge el corazón.

Cold War es la última película de Pawel Pawlikowski y una auténtica maravilla. Seguía desde hace un tiempo al director polaco: me impresionó alguna escena de Ida, su anterior película, ganadora del Óscar al mejor film extranjero en el año 2013. En Cold War el director regresa a su Polonia natal con la intención de contarnos el inicio de una historia de amor para toda la vida. Ese amor esta rodeado de música, música maravillosa que te atrapa y te enreda en una espiral durante toda la historia, ambientada en la época dura de la Guerra Fría.

Pero lo que nos engancha de la película es el amor, un amor cargado de angustia y desesperanza, pero amor; no sé si imposible, quizás se trata de eso. Porque leyendo algunas de las críticas de esta película me he preguntado qué es un amor imposible, y sólo he encontrado una respuesta: no es amor si es imposible. A veces, las cosas son difíciles, las circunstancias no son las mejores, pero la atracción y el amor que surge entre dos personas son arrasadores e imparables; aunque duela, aunque haga daño. Entonces sí es amor.

El amor es capaz de sobreponerse a la fuerza de las instituciones, porque es algo en lo que la persona puede entenderse realmente como persona y no como “miembro de algo”. La individualidad emerge, pero no como negación del otro, sino como búsqueda de la propia identidad con el amado. Los estados, los partidos, las instituciones intentan controlar a los individuos, pero el amor se manifiesta como el verdadero factor humano, como lo incontrolable.

Una sopa fría de origen polaco porque a veces necesitamos tener frío para saber dónde está el verdadero calor.