Lo que no se ve

No sé casi nada de cine, tampoco de relaciones personales y, quizás, algo de comida. Por eso, me resulta  complicado comenzar esta entrada: no sé por dónde empezar. Tal vez por digerir bien la nueva película de Paul Thomas Anderson,  de la que me gustaría escribir hoy.
Anderson es uno de los directores de cine más interesantes del momento, no lo digo yo, lo dice su trabajo anterior: Magnolia, The master, Pozos de ambición…, y ahora, El hilo invisible. Con este último largometraje el director me ha dejado pensativa y Daniel Day Lewis me ha atrapado con su mirada, con sus silencios, con sus gestos y movimientos.
El hilo invisible es una historia de amor, compleja y extraña, pero una historia de amor. El título no es banal, de hecho, creo que es fundamental porque lo importante no es lo que se ve, no es la superficie; lo importante es lo profundo, lo que no se ve. De ahí  también los silencios, los gestos y las miradas. La película es impecable en su estética: llena de elegancia, con unas imágenes de una belleza sobria y sencilla. Es curioso como en una película tan hermosa, lo importante queda en el fondo, en la oscuridad.
Hace poco he leído un artículo interesantísimo de Amador Vega, un gran estudioso de Rothko y su obra,en el que se pone en pie una teoría que podemos aplicar aquí: “No hay nada afuera, todo está dentro”. O lo que es lo mismo: lo que vemos somos nosotros mismos, que hemos iniciado, con la mirada hacia afuera, una salida cuya meta es la vuelta a nosotros mismos. Creo que, entre otras cosas, por eso hay que darle vueltas a El hilo invisible. Llevo pensativa desde que salí de verla y, supongo, que ese aturdimiento es bueno para llegar a una conclusión. Desde luego, hay cosas que están claras: las diferentes capas psicológicas, la búsqueda de la madre y la relación con ciertos mitos; no sólo el edípico, también las hilanderas, que aquí no podemos olvidar.
La comida es muy importante en esta historia, pero no voy a destripar nada… está claro que en muchos casos nos desahogamos con ella, y solemos tener hambre cuando estamos bien. Para el protagonista los desayunos son fundamentales, necesita adaptarse todos los días a la vida: sus dibujos, un café humeante, y, claro, unos huevos revueltos. Poner orden, situarse,  y comenzar el día con belleza…
Lo importante en el amor, y en otras muchas cosas, es lo invisible:  el hilo secreto que cose nuestras emociones y nos acerca a una persona concreta, los mensajes tras las costuras y dobladillos de los trajes, el ingrediente secreto de estos huevos revueltos.

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