Una galleta de otoño, un pequeño premio que se desvanece en la boca, algo de lo que quisieras más, pero prefieres quedarte con las ganas... Así fue el concierto de Lambchop que el otro día se celebró en mi ciudad, en la Sala Box de Sevilla.
Hace unos años que conozco a Lambchop; a decir verdad, no todo el tiempo que el grupo de Nashville lleva en activo. Kurt Wagner, Jim Watkins y Marc Trovillion fueron compañeros de instituto, formaron su grupo en 1986, y tengo que decir que en esa época yo todavía me dedicaba a otros menesteres; entonces se hacían llamar Posterchild. Con el tiempo se fueron uniendo otros músicos y creo que en1992 ya se conocían con su nombre actual, Lambchop.
La banda ha sido clasificada dentro de varios estilos musicales: country-soul. electrónica, art-rock y country alternativo son algunas de ellas, pero Lambchop es mucho más que eso. Con un estilo elegante y sincopado, demostraron ya en el comienzo del concierto que no son fácilmente clasificables. La impresionante voz de Kurt Wagner y el sonido íntegro que son capaces de conseguir nos dejaron en ocasiones con la boca abierta, quizás esperando una cracker.
Mi disco preferido es Ohio y, en concreto, una canción llamada Popeye, los que entienden de esto afirman que unos de sus discos más conseguidos es Nixon; pero yo os dejo con Cracker, una canción que pertenece a Damaged (2006). Las crackers que os presento podéis tomarlas con cualquier cosa: humus, paté, chocolate, mermelada…cualquier cosa que os sugiera el otoño en el que las hojas, como dice la canción, están cayendo.
Sí, estas crackers son como una hoja de otoño que nos podemos llevar a cualquier parte impulsados por la luz del ootoño: a nuestro hogar para picar, al trabajo para compartir con los compañeros, a casa de nuestros amigos para llevarles un poco de lo que somos... probadlas, merecen mucho la pena y se tarda nada en hacerlas.