El verano suele ser una etapa del año que recordamos por alguna cosa concreta, a veces, por acontecimientos que cambian nuestra vida. En muchas ocasiones, alegres; en otras, tristes; o como revulsivo para salir de un lugar en el que estábamos estancados.
Carla Simón recuerda el Verano de 1993 como un verano de cambio profundo en su vida: se fue a vivir con sus tíos, pasó de recorrer las calles de Barcelona a las de un pueblo de Gerona, tuvo que convivir con una hermana que hasta entonces no tenía, y se sobrepuso a la muerte de su madre.
Recuerdo algún verano muy parecido al de ella, con diferencia en la edad, pero como Frida (la niña protagonista y alter ego de Carla Simón, la directora de la película) las preguntas circulaban en mi cabeza y no encontraba respuestas, observaba la vida de una manera distinta: todo había cambiado. La mirada de Laia Artigas, la actriz protagonista, sabe expresar esto porque es inmensa, y, como diría Luis Rosales: «siempre abrazada a una lágrima…/que no puedes llorar porque es más grande que tu cuerpo», intentando comprender el nuevo mundo que le rodea.
Verano de 1993 es una película que conmueve sin recrease en los aspectos más trágicos de la historia, e incluso con unos toques de humor que brillan. Los recuerdos son siempre irreales, la propia Carla Simón afirma que en su historia hay algunas cosas ciertas y otras no, lo importante era plasmar cómo una niña se enfrenta por primera vez a la muerte. Mirar al pasado puede resultar doloroso, y las personas con las que compartiste ciertos momentos, pueden no verlo como tú, en muchos casos, falsificamos esos recuerdos. Más allá de esa mirada personal, la película me ha encantado y, como siempre, me admira la capacidad de algunos artistas para extraer de etapas tristes de su vida, momentos luminosos. Eso es lo que hace Carla Simón y a eso aspiro en mi vida.
A Frida no le gusta la leche, como a su madre, pero come ciruelas y canta con energía Toma mucha fruta de Bom Bom Chip. Estoy convencida de que la alimentación afecta a nuestro estado de ánimo y al contrario, es decir, dependiendo de nuestros sentimientos preferimos comer una cosa u otra. Por eso esta compota de ciruelas sobre brioche sería genial para Frida, pues es alegre, aporta energía para afrontar una nueva vida, y está llena de colores, de belleza.