Estos días he sentido un pequeño y punzante dolor. Un dolor continuo, algo que está ahí, aunque, a ratos, lo olvidas. Unas veces más intenso, otras más leve, pero ahí seguía.
A diferencia del dolor que siente la protagonista del libro del que os voy a hablar hoy —Clavícula, de Marta Sanz—,el mío se sitúa muy cerca del corazón. No quiero tocarlo, no quiero sentirlo, me da miedo todo lo que supone, me da miedo, como dice Marta Sanz “Voy a contar lo que me ha pasado y lo que no me ha pasado. La posibilidad de que no me haya pasado nada es la que más me estremece.”.A veces, las cosas se ponen feas y—aunque tenga ganas de tirar la toalla—no queda más remedio que seguir adelante e intentar hacer la vida más bella. Mejor.
Marta Sanz, una escritora a la que sigo desde hace ya tiempo, es una mujer valiosa, que ha escrito varias novelas y algunos ensayos formidables. Lección de anatomía, Farándula o No tan incendiario están entre estos. Aquí, en Clavícula, consigue una mezcla que funciona y te sientes muy cerca de ella. Como he leído por ahí: “Si te sientes fuerte, o frágil, o fuerte y frágil. Si a veces te ríes de tus errores y, a veces, lloras por ellos. Si eres ruidosa, o reservada, o a veces eres ruidosa y, a veces, reservada. Si eres madre, aún no eres una madre, una madrastra, nunca serás madre, o nunca quieres ser madre. Si algunos días luchas contra los sentimientos de ser infinitamente inútil, y algunos días reconoces tu infinito valor. Si tomas una postura para lo que crees, o no sabes en qué creer. Si estás llena de amor, o de miedo, o, a veces, de amor y, a veces, de miedo. Si te sientes más bella en tacones altos y labios oscuros rodeados de luces brillantes, o más bellas con un rostro desnudo mirando hacia las estrellas brillantes. Si algunos días te niegas a renunciar, y otros días no tienes nada que dar. Si te sientes perdida, estás buscando, o te has encontrado. Si da un paso adelante, o un paso atrás, pero no importa lo que pase, tú, sigues pisando.” Esa soy yo, y también es Marta, y supongo, que somos todos porque estamos llenos de contradicciones.
Con la comida puede que nos pase un poco lo mismo y que nuestras preferencias estén llenas de contradicciones: nos gusta lo salado, pero nos apetece algo dulce; no soportamos esto, pero nos encanta con aquello. Quizás cocinar es una forma de tender puentes y no sólo con los otros que se sientan a nuestra mesa, sino con los mismos ingredientes… hasta conseguir una combinación feliz. Así, los nabos pueden resultarnos intragables, feos, indigestos, podemos tenerles manía, no aguantar su olor, pero, a veces, hay que comerlos y en nuestras manos está la posibilidad de hacerlos más agradables, más comestibles, más bellos: mejores. Esa es mi lucha constante que todo sea mejor, que me rodee la belleza. Así también con la vida.
1 comment on “Un dolor intenso”