La pantalla se ilumina, aparece una mujer, hermosa y de cierta edad. Parece dirigirse a la cámara, le habla al aparato, pero no deja de mojar galletas en un vaso grande de café con leche, hasta que el paquete queda vacío. La mesa es un bodegón postmoderno: un paquete de magdalenas, un bote de sacarina, el posavasos, un plato en realidad, donde está el vaso en el que moja las galletas, un mando a distancia o un teléfono inalámbrico, el paquete de galletas, y un plato con frutas, que parecen ser albaricoques. La mujer se recrea en el desayuno, lo hace como sólo ella sabe hacerlo…
Se llama Julita Salmerón y es la protagonista de este documental llamado Muchos hijos, un mono y un castillo, que ha dirigido su hijo, Gustavo Salmerón. Llevaba mucho tiempo queriendo ir al cine para verlo, pero siempre se interponía otra película y la he ido dejando; hasta que el otro día, aprovechando la invitación de mi amiga Macarena, fui al cine y disfrutamos de esta maravillosa historia de ochenta y ocho minutos, rodada a lo largo de 14 años. ¡Me agobia pensar el tiempo que ha dedicado al montaje el director!
La película, documental, o largometraje—como queramos llamarlo— es una delicia porque su protagonista te hace reír continuamente; hay una ternura y un trasfondo que te hacen reflexionar. La vida es mucho más que cumplir tus deseos: es, simplemente vivir, y tratar de hacerlo de la mejor manera posible. Desconfío de las personas que se hacen llamar “disfrutonas” ¿Qué es ser “disfrutona”? No concibo nadie que no quiera serlo, por lo tanto, la persona que lo explicita, carece de algo; precisamente de lo que presume. Julita Salmerón no se califica en ningún momento como “disfrutona” y dice muchas cosas de ella misma, algunas negativas y otras positivas, pero precisamente por eso, sabe aprovechar todos los aspectos de la vida: positivos y negativos. El final de la película habla de ello pero, como siempre, no voy a destripar nada.
Por supuesto, para esta entrada no podía dejar de hacer unas galletas, saludables, eso sí, porque Julita Salmerón se cuida, aunque esté gorda, aunque sea una «mujer grasienta»; como dice en una de las escenas memorables de la película: «toda la vida gorda, y toda la vida tomando sacarina”. Pero esto no es ningún drama, más bien lo contrario y, por supuesto, su mayor encanto. Así que ¡a divertirnos!