Apurar los días

Aún se pueden apurar los últimos días y os recomiendo que lo hagáis, aunque yo no sea nadie para deciros qué hacer. Es muy posible que se os disipen algunas dudas, que lo veáis todo más claro y, al fin, que disfrutéis de la belleza; sobre todo, si tenéis al lado a un buen acompañante que os señale los detalles importantes. Esos detalles importantes pueden tener que ver con las tonalidades de los colores, con un simple trazo, con la posición de las manos, con la historia que imaginamos observando algunos personajes.
Estoy haciendo referencia a la exposición que tiene lugar en el Museo de Bellas Artes de Sevilla celebrando el IV Centenario de Bartolomé Esteban Murillo. La muestra reúne 55 maravillosas obras del pintor sevillano_muchas de ellas procedentes de otros museos-es decir, es un momento único para empaparnos del trabajo del artista. Y nuca mejor dicho, porque durante un tiempo Murillo fue considerado el pintor de «las Inmaculadas» y basta el ejemplo que os traigo hoy para comprobar que es mucho más que eso.
En Las bodas de Caná, y no sólo en ella, también en La Anunciación, en La pequeña vendedora de frutas, en La vieja y el Niño en Cuatro figuras en un escalón observamos la maestría del sevillano, además de su influencia velazqueña. Hago referencia aLas bodas de Caná porque es una de las joyas de la exposición y creo que es obvio si nos fijamos únicamente en el agua que cae de una tinaja a otra. Ese fue uno de los detalles que más me llamaron la atención, así que estuve un buen rato frente a esta obra. El relato de Las bodas de Caná procede del Evangelio de San Juan, que dice lo siguiente:
«Al tercer día se hicieron unas bodas en Caná de Galilea; y estaba allí la madre de Jesús. Y fueron también invitados a las bodas Jesús y sus discípulos. Y faltando el vino, la madre de Jesús le dijo: No tienen vino. Jesús le dijo: ¿Qué tienes conmigo, mujer? Aún no ha venido mi hora. Su madre dijo a los que servían: Haced todo lo que os dijere. Y estaban allí seis tinajas de piedra para agua, conforme al rito de la purificación de los judíos, en cada una de las cuales cabían dos o tres cántaros. Jesús les dijo: Llenad estas tinajas de agua. Y las llenaron hasta arriba. Entonces les dijo: Sacad ahora, y llevadlo al maestresala. Y se lo llevaron. Cuando el maestresala probó el agua hecha vino, sin saber él de dónde era, aunque lo sabían los sirvientes que habían sacado el agua, llamó al esposo, y le dijo: Todo hombre sirve primero el buen vino, y cuando ya han bebido mucho, entonces el inferior; mas tú has reservado el buen vino hasta ahora.»
Tened fe, tened fe: el vino llegará y brindaremos por nuestra vida, por lo que ha pasado y por todo lo que aún nos queda por delante, que es mucho. Y, ¿nos dijimos ya que lo mejor…?