¿Qué tipo de pájaro eres tú?, pregunta Sam a Suzy cuando la ve por primera vez. Es una buena pregunta, porque cada uno vuela de una manera diferente e incluso hay aves que no pueden volar. Moonrise Kingdom es la película de Wes Anderson que abrió en Festival de Cannes en el año 2012, en el que compitió en la sección oficial. Cuenta la historia de un enamoramiento, del primer amor entre Sam y Suzy; es, por lo tanto, la historia de una iniciación: Sam, un chico huérfano, está en un campamento de boyscouts. Suzy vive con su familia en una casi "casa de muñecas". Aunque parecen tener poco en común, o precisamente por eso, se enamoran en cuanto se ven. Trazan entonces, después de unas cuantas cartas, un plan para escapar y encontrarse. La película está repleta de escenas surrealistas y me parece que tiene una puesta en escena maravillosa.
Más allá de la historia de Moonrise Kingdom, lo que me atrae, lo y me llama la atención de esta película de Anderson es su sentido de la belleza en cuanto búsqueda y consecución de una estética original, creativa y muy trabajada (podéis fijaros en los encuadres, a veces de perfecta simetría). Sin duda, hay muchos tipos de belleza y cada uno de nosotros la percibe de manera diferente y, aunque sé que el gusto se educa (en realidad, nos educan desde que nacemos todos los sentidos pare percibir de una determinada manera), también sé que hay belleza y que todos somos capaces de reconocerla. No es sólo una cuestión de gusto, aunque a veces nos engañemos a nosotros mismos.
Hace poco leía una entrevista a la diseñadora Carmen March que me llevó a pensar en esta película y, claro, también es esto que voy a escribir: de las cosas por las que vivo, uno de las fundamentales es por la belleza, pues ella es una de las causas de mi felicidad. Me siento bien rodeándome de belleza, aunque no siempre sea posible. Esto también queda claro en el caso de la diseñadora española y del director americano.
Me parece muy importante en la vida, aunque a alguno le pueda sonar grandilocuente, buscar la belleza en lo que hacemos y en lo que somos. No sólo nos hace felices a nosotros, sino también a los que nos rodean: hace mejor al mundo. Quizás alguno de vosotros piense en grandes cosas, y también, pero me refiero a los pequeños detalles en los que ponemos atención y cuidado: poner la mesa, ver el mantel caer despacio, el brillo tenue de los cubiertos…
Quizás la receta que os presento hoy sea una simple excusa, un pretexto para contemplar algo bonito. He dicho muchas veces que con los ojos también nos alimentamos y a veces subo fotografías, mis Alimentos para el alma, que pueden fortalecernos. Pues bien, he elegido esta receta porque el resultado me parece hermoso y puede hacernos sentir mejor al menos un instante, ahora, porque ¿acaso no es la belleza lo que hace presente una felicidad que siempre se nos escapa?
*No os perdáis este vídeo de su baile en la playa con Françoise Hardy y Le temps de l'amour.