Este verano ha sido el verano de Natalia Ginzburg. Se cumplen cien años de su nacimiento y he aprovechado para leer gran parte de su obra. No sé por qué no me había decidido antes por ella y ¡cuánto me arrepiento! Empecé con Todos nuestros ayeres, Las pequeñas virtudes y Léxico familiar, que es la historia de su familia, pero también la historia de Italia, de la guerra, y una reflexión sobre la vida y su pasión por la escritura.
Precisamente su prosa me parece una maravilla, aun traducida; la llamaría poética y tiene la capacidad de acercar el libro al lector, es decir, no importa el momento en que te acompañe, porque siempre sacarás algo de sus libros, de su forma de escribir producto tal vez de su peculiar manera de mirar el mundo que la rodeó. Las historias están abiertas para que podamos interpretarlas desde nuestra situación, algo que quizás he sentido más con Léxico familiar y Las pequeñas virtudes.
Natalia Levi (adquirió Ginzburg por su matrimonio con Leone Ginzburg) nació en una familia acomodada, judía (por parte de su padre) y de tendencia antifascista. Naturalmente, todo eso marcó mucho su vida y, ¿cómo no?, se refleja en su obra, especialmente en Léxico familiar. Fue una mujer fuerte, inteligente y polifacética: escritora, responsable en la conocida editorial Einaudi, actriz y, en sus últimos años, parlamentaria del partido comunista italiano.
Quizás lo que más me llama la atención de su forma de escribir es la prosa ”familiar”, la de “andar por casa”; esto no desmerece, sino que la hace más interesante, pues es capaz de transmitir los entresijos de la vida familiar a través del lenguaje, los significados velados, a veces ambiguos u ocultos, de algunas palabras:
“Llamaba ‘palurdez’ a cada acto o gesto nuestro que juzgaba fuera de tono. ‘¡no seáis palurdos! ¡No hagáis palurdeces!’ nos gritaba continuamente. La gama de las palurdeces era muy amplia. Llamaba ‘palurdez’ a ir con zapatos de ciudad a las excursiones al monte, a entablar conversación, en el tren o por la calle, con un compañero de viaje o un transeúnte, a hablar con los vecinos desde la ventana, a quitarse los zapatos en el salón y calentarse los pies en el radiador, a quejarse de sed, de cansancio o de rozaduras en los pies durante las excursiones Almonte y a llevar a ellas comidas grasientas y servilletas para limpiarse los dedos.
A las excursiones sólo se podía llevar un determinado tipo de alimentos: queso fontina, mermelada, peras y huevos duros y sólo se podía tomar el té que él mismo preparaba en el hornillo de gas…”
Y eso hemos hecho, nos hemos ido de excursión como manda el padre de Natalia Ginzburg, él es uno de los ejes sobre los que gira Léxico familiar. Algunas peras, un poco de queso, pan y un puding delicioso que reúne todos estos ingredientes, con una pequeña variedad, el tipo de queso, stilton, peras, pan, huevos y un poco de azúcar. Quizás el padre de Ginzburg también lo llamara “palurdez”, pero os aseguro que está delicioso.