Hacía tiempo que quería leer este libro. Siempre he seguido a Manuel Vilas por su poesía. El año pasado publicó una novela de la que he escuchado y leído cosas muy buenas, Ordesa, que estaba en mis lista de lecturas, y, por fin, he llegado a ella. Con certeza puedo decir que es una novela de autoficción con un aire de tristeza, pero también de ternura: es muy directa. Ocurrió algo en la vida del autor que tambaleó e incluso demolió todo lo anterior, de manera que se muestra tal y como es, preguntándole a su pasado para buscar respuestas en su presente.
Los colores y los objetos adquieren aquí una significación especial: por eso el amarillo de la portada, por eso también el cigarrillo, la corbata, la camisa, el coche… Como dijo Antonio Muñoz Molina sobre el libro: » …la precisión es un instrumento de la verdad. Decir cuánto cuestan las cosas es decir que hay personas que no las pueden comprar».
Vilas habla de todos los personajes que le rodean a lo largo de su vida, pero se hace evidente la importancia que ejercen su padre y su madre. Aparece de manera palpable la inquietud y el desasosiego que le supone no haber dicho te quiero a tiempo a sus progenitores. Ellos son los principales protagonistas de Ordesa. De su padre sabemos algunas cosas: su muerte llegó antes que la de su madre y parece más asumida, más «normalizada», si es que eso puede pasar alguna vez. Su madre es especial y creo que se nota su debilidad por ella. Hay un fragmento que me ha gustado mucho, quizás porque dice algo de mi:
“La muerte del verano era horrible. Mi madre veía el final del verano como un hecho trágico, sacrílego. ¿Quién se atrevía a matar el verano? Odiaba la llegada del mal tiempo. Ella creía en el sol. Tenía una obsesión con la luz y con tomar el sol. El sol y estar viva fueron lo mismo para ella. Adoraba el verano. Adoraba que anocheciera tarde, muy tarde…”
El color amarillo, como el del sol. Un sol que aparece en esta receta, como protagonista y rey de la misma. Nos ilumina en estos días que, como siempre,son inciertos, pero también esperanzadores.
Me encanta cómo Vilas expresa esa necesidad de luz. La misma luz que mi madre dice ver ahora con más intensidad. Hay algo poético, paradójico y metafórico, en lo que dice mi madre: «lo veo todo con más luz». Goethe pidió: “Más luz”. Esa luz es la belleza, la verdad, y sí, mamá, cada vez estamos más cerca de ella. Aún queda mucho para que anochezca.