'¿Reflexionando entre los vegetales?'--¿Qué era eso?--Prefiero hombres a las coliflores'--¿Qué era eso?' Estas son unas de las primeras frases que aparecen en el comienzo de La señora Dalloway, y me han hecho pensar en un nuevo post.
La señora Dalloway es una novela de Virgina Woolf, la primera de sus "grandes éxitos" (fue publicada en mayo de 1925), una historia original e inteligente. Clarissa Dalloway es la protagonista del libro en el que se recorre un día completo de su vida, que día que terminará con una fiesta. Conocemos la historia y los personajes por sus pensamientos y reflexiones internas, es decir, hay bastante monólogos interiores, tantos que debemos estar atentos para asimilar cada uno de los detalles. Esa abundancia de monólogos ocasiona saltos entre el pasado y presente, podemos decir, haciendo un juego de palabras, que el pasado está siempre presente.
He escrito de Virgina Wollf, aquí , de cómo me impactó Las horas (por cierto, una siempre vuelve a sus obsesiones, ya sea Virgina Woolf o la lombarda ;)), aquí , de su biografía; pero lo que me interesa en estos momentos de La señora Dalloway son algunos pensamientos internos, una sensación de libertad y de ver la vida pasar, de observar y tomar tiempo para ello.
"¡Qué necios somos! Pensó mientras cruzaba Victoria Street. Solo Dios sabe por qué amamos tanto la vida, por qué la experimentamos así, inventándola, construyéndola a nuestro alrededor, destruyéndola, recreándola a cada instante, pero lo cierto era que hasta el ser más miserable, los desagradecidos más desesperanzados sentados en los escalones de las puertas (destruidos por el alcohol) hacen lo mismo; nada podía lograr respecto a ellos ninguna decisión del Parlamento, de eso estaba segura, por esa precisa razón: porque amaban la vida. En los ojos de la gente, en su andar elástico, o pesado, o fatigado, en los gritos y en el alboroto, en los carruajes, en los automóviles, en los autobuses, en las camionetas, en los hombres-anuncio que se arrastraban balanceándose, en las bandas de música, en los organillos, en el regocijo y en el tintineo, y en el extraño canto de un aeroplano allá en lo alto, estaba lo que ella amaba: la vida, Londres, ese momento de junio.”
A veces es difícil tener esa capacidad de observación que tiene Woolf en este pequeño fragmento, su capacidad de empatizar (una palabra muy de moda) con el entorno y de aprovechar eso que vemos para sentirnos mejor. Esta semana me propongo un reto: quiero ser consciente de todo en la vida, de los más pequeños detalles, de los hermosa que es y de cómo las cosas más simples, como una ensalada de quinoa con lombarda,—UNA COL—puede hacernos disfrutar, no sólo por su sabor, también por su presencia y los beneficios que nos aporta. ¿Quién me acompaña?