Ha pasado tanto tiempo que no sé por dónde empezar. Los hombres (el ser humano) son capaces de nombrar las cosas, pero yo debo confesar mi titubeo en muchos aspectos, también es este. No sé como titular esta entrada, tampoco sé como explicar qué (me) ha pasado en este tiempo y mucho menos poner un nombre a la pieza musical de la que me gustaría escribir hoy.
En este espacio suelo dejar obras que me gustan mucho, que llegan a mí profundamente (me golpean) si bien es cierto que, en ocasiones, he podido equivocarme. Durante el confinamiento seguí manteniendo La letra con salsa entra como una forma de ver la luz, de ir un poco más lejos encerrada en cuatro paredes; escuché mucha música e hice dos listas de reproducción (no es obligatorio escribir playlist); una para mis momentos de desánimo y otra para los ratos animados: debo tener cuidado con la música (imagino que como todos) porque me llega a lo más hondo y puedo crear en mí estados de ánimo.
En cambio, supongo que escribo para entender la vida, a pesar de que, a veces, es imposible comprender lo que no tiene sentido y para eso también escribimos, además de para intentar cerrar algunas heridas.
Escucho Preludio, Op. 28, No. 4*, de Chopin y trato de plasmar lo que provoca en mí. Esta pieza, que quisieron bautizar como asfixia, para mí no tiene esa connotación y, como decía más arriba me resulta imposible titularla. Diría más bien que supone un momento de contemplación o ensimismamiento en lo que nos rodea, en la belleza cotidiana que muchas veces no vemos, tampoco escuchamos, como este pieza de Chopin.
El compositor pidió que Preludio, Op. 28, No. 4 sonara en su funeral, junto al Requiem de Mozart. Quizás eso es lo que me gusta de este preludio: el dolor sin caer en la tragedia, la tristeza sin caer en la depresión, la alegría sin caer en la euforia, el instante antes de que todo se venga abajo y se pierda el equilibrio.
El momento inmediato a que todo salte por los aires, el nanosegundo anterior al derrumbe, a la explosión; lo que yo llamo contención y aprendí desde muy pequeñita observando a mi padre, que hace veinte años que no está.
Por eso, he hecho estas galletas, porque os daréis cuenta de que justo ese momento en que se deshacen en la boca es el mejor, incluso más que engullirlas y si estáis escuchando a Chopin …
*Serge Gainsbourg compuso una versión de esta pieza para Jane Birkin, la tituló Jane B.
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