Este fin de semana dos conciertos en Sevilla me han acercado al pasado, como el poema de Catalina González Restrepo, Pasado imperfecto (está en su poemario Dos veces extranjeros, en Pre-Textos) que he transcrito estos días en mi cuaderno: “un trozo de pasado aparece de repente,/como un golpe, una bofetada,/te enfrenta a lo que fuiste.” Digamos que aparecieron dos trozos: Jay-Jay Johansson y Yann Thiersen. Con el primero saldé cuentas hace tiempo; con el segundo, las he saldado este viernes pasado.
Recuerdo en un día de primavera, cuando los días se hacen más largos y los sentidos se expanden, una llamada de teléfono. Era J., quien me contaba entusiasmado el maravilloso concierto al que había asistido la noche anterior en el Maestranza. Yo por entonces trabajaba y vivía fuera de Sevilla, es decir, me había sido imposible ir al espectáculo. Soñé con ese concierto, soñé con estar en Sevilla, vivir y trabajar en la ciudad…no por ella en sí misma—aunque quizás también— si no porque toda la gente que me importaba realmente estaba allí.
Han pasado más de diez años, casi quince diría yo. Ahora trabajo y vivo en Sevilla, aunque nada es igual, todo es diferente, todo ha cambiado, supongo que por que yo he sido la primera en hacerlo. Eso sí, las personas que realmente me importan siguen estando aquí.
Este viernes estuve viendo a Yann Tiersen: fue realmente maravilloso, delicado y sensible, sobre todo, el maravilloso solo de violín que interpretó. En ese preciso instante me di cuenta—como dice Miguel D’Ors– de que “¿Cómo voy a callarme ahora que tengo-ya veis-un pasado por delante?”
La receta es una de las de entonces con un toque de ahora porque en algunas cosas, imagino que en lo esencial, sigo siendo la misma de siempre.