Se nos llena la boca de abril pero nos deja un regusto amargo que pone de punta hasta los rincones más ocultos de nuestro ser, como ese helado de flor de azahar que tanto echamos de menos
Abril fue el primer poemario escrito por Luis Rosales, publicado en el año 1935, un año bastante complicado en nuestro país. Rosales es uno de mis poetas preferidos y en este poemario (que puede ser llamado de juventud) da importancia a las imágenes, a la poesía clásica y a la temática amorosa-religiosa. ¿Acaso no es lo único que nos queda? ¿Acaso no es lo único que importa?
Hay otros poetas que han cantado al mes que estamos viviendo pues siempre se nos ha llenado el alma de abril, aunque este año no lleguemos a rozarlo. Hemos disfrutado muchos años de él y sabemos por Elliot, que, a veces, «es cruel» y por eso también nos preguntamos, como lo hizo Edna St Vicent Millay: «¿y para qué regresas, abril, un año más?» Estos días nos sentimos un poco incrédulos, ¿qué quieres de nosotros este año? ¿para qué nos invocas con un cielo oscuro, con una mañana prodigiosa? ¿qué quieres este año, abril? Los “tironazos de abril» que Muñoz Rojas anunciaba, parecen haberse quedado atrás y ya don Luis Rosales rezaba: «abril, porque siento, creo/ pon calma en los ojos míos». También el sabía de la soledad que todo lo llena, aunque esté vacía: «Tu soledad, Abril, todo lo llena». Aún así, no desesperemos Antonio Machado recordaba: «Era una mañana y abril sonreía». Abril volverá a sonreir y nosotros con él, sabemos, como decía Guillén: «Oh luna, cuánto abril,/qué vasto dulce el aire! Todo lo que perdí/volverá con las aves», que todo lo que perdamos, lo único que importa, volverá.
Y así, de momento, nos quedamos con abril en la boca: una tarta de fresas que dará color y sabor a estos días grises. Volveremos a vernos y a compartir una tarta de fresas.