«Los huesos de mujer son gráciles»
«Aquí estoy, yo no te suelto.»
«Y uno se dice —con rabia, con el corazón cubierto de espuma, con celo, con furia, con colmillos— que mejor callar. Que para qué. Que ya está.»
«… el hombre termina de cantar y dice que escribió esa canción cuando aún no tenía hijos —“cuando aún no sabía cómo era la vida con ellos”—, y todos aplauden, y yo aplaudo para no gritar o para no morirme o las dos cosas.»
«Es sólo la cuota que pagamos para poder vivir: gotas de olvido»
«Leí un poema de Louise Glück —“desde el principio,/ desde niña, creí/ que el dolor quería decir/ que no me amaban./ Que amaba, quería decir”—, y me pregunté con cuánta vida se pagan esos golpes que no dejan marca ni los huesos rotos. Cuánto habría que vivir —y cuánto coraje sería necesario— para entender que lo que más amamos, y lo que más nos ama, es, también, lo que mejor nos aniquila.»
«Y allí, sentada entre decenas de escritores, recordé la voz de Pina Bausch diciendo, con una certeza nacida del horror y de los huesos, “Bailen, bailen, o estamos perdidos”. No he dejado de pensar en esas cosas. Me parecen, a la vez, bellas y tristes, quizás amenazantes. Como la fe, como el amor, como la pérdida de todo lo encontrado.»
Este puñado de frases amontonadas son fragmentos de las columnas que escribe Leila Guerriero enEl Paístodos los miércoles. Por buena parte de ellos, me encanta, y por eso fui a verla, también un miércoles, a la Biblioteca Pública de Sevilla. No soy mitómana, nunca lo he sido, así que no me llevé ninguno de los libros que tengo de ella para que los firmara. En cambio, percibí su magnetismo, su presencia real y me hubiera llevando horas hablando con ella.
Leila ha escrito varias novelas como Una historia sencilla, una historia sobre el malambo, y Los suicidas del fin del mundo. También ha publicado recopilaciones de sus textos periodísticos como Frutos extraños y Zona de obras. Aquí tenéis una reseña sobre el maravilloso Zona de obras en Círculo de Tiza y aquí hice una referencia a uno de los textos que más me ha emocionado en estos últimos años.
Aún sigo preguntado: ¿Dónde estás? Supongo que estás en estos pequeños placeres, en los jardines de mis manos, en estos frutos extraños, en toda la belleza que me rodea y se presenta como algo cotidiano. En este regalo, en esta receta.